¿CUÁL FUE EL MOTOR DE LA SEGUNDA FUNDACIÓN?

INFORME

DÉCADA DE 1900
Bahía Blanca, Buenos Aires,  El ferrocarril modificó los sistemas de vida y de producción en todo el mundo. Argentina no quedó afuera y, por supuesto, tampoco Bahía Blanca.
A mediados del siglo XIX el mundo comenzó a experimentar la mayor revolución tecnológica de su historia, entendida esta como “un cambio brusco en el ámbito social, económico o moral”.
La misma se basó en la invención de la máquina a vapor, que trocó el trabajo manual por el mecánico, un cambio que empujó a la humanidad a dar los primeros pasos como hecho industrial.
Uno de los protagonistas de esa transformación fue la invención del ferrocarril, que permitió generar un medio de transporte adecuado de cargas para atender, por caso, la demanda de carbón.
La creciente producción de hierro permitió el tendido de rieles y con ello un medio de comunicación que hasta entonces estaba supeditado a la tracción a sangre.
Gran Bretaña, cuna de la revolución industrial, el gran imperio, estableció sus empresas en nuestro país, buscando el desarrollo de servicios que favorecieran sus condiciones de comercio.
En ese contexto, Bahía Blanca y su puerto se convirtieron en el gran atractivo que muchos habían anticipado, la gran puerta de salida de los productos que se generaban en la fértiles tierras de la provincia, las mismas que hasta finalizado el siglo XIX eran parte del denominado “desierto”.
Afincada en la ciudad, las compañías inglesas tomaron a su cargo la prestación de los servicios esenciales para el desarrollo de la ciudad y su inmediato carácter de metrópoli.
Bahía Blanca en soledad
En 1865 el Ferrocarril del Sud (FCS) –empresa de capitales británicos– trazó su primer recorrido ferroviario, entre Plaza Constitución y Chascomús, “apenas” 113,78 kilómetros de un significado trascendente.
Sin embargo el avance de los rieles iba a ser lento, supeditado en gran parte a la decisión del gobierno nacional de llevar adelante la “Campaña al Desierto”, con la cual el ejército se encargó de poner punto final a la presencia de las distintas tribus indígenas que hasta entonces hacían del territorio pampeano una zona hostil y peligrosa.
En 1876 las vías llegaron al pueblo de Azul, donde quedaron detenidas con las puntas de riel apuntando a un puerto todavía lejano e inalcanzable.
Bahía Blanca era entonces un pueblo en crecimiento. Sus 1.472 habitantes de 1869 llegarían a 8.281 en 1881, el año en que el FCS firmó un convenio con el gobierno nacional para extender sus líneas. Fue el primer paso para una obra que modificaría sustancialmente Bahía Blanca y la región: la llegada del ferrocarril será calificado por los estudiosos como “La segunda fundación” local.
La llegada
Las vías entraron a la ciudad desde el parque de Mayo, con el puente salvando el arroyo Napostá con una cota calculada para no ser afectada por las crecientes, en el sitio por entonces conocido como Bañado de Jiménez.
La estación Bahía Blanca estaba terminada, ladrillera, con cubierta de tejas, melliza de la de Tandil, plantada como estación de paso.
Los rieles terminaban su recorrido en la estación El Puerto, en la terminal concesionada a la misma empresa, que había construido un muelle curvo, de hierro, hasta donde llegarían las formaciones de cargas.
La jornada inaugural del ferrocarril entre Constitución y Bahía Blanca fue el 26 de abril de 1884. La gente se volcó a la estación de la avenida Cerri, bandas del ejército, escuelas, autoridades, vecinos. El pueblo era una fiesta. Cualquiera podría ahora pensar en viajar a Buenos Aires, en apenas 12 horas de marcha. Hasta entonces el viaje era prestado por galeras, que podían demorar hasta una semana en cubrir los 700 kilómetros.
En tren inaugural traía al mismísimo gobernador, Dardo Rocha, y una comitiva de legisladores, empresarios, jueces e invitados especiales.
La nota curiosa de aquel día fue que, alertados todos de la llegada del convoy, puestos en marcha los sones de la banda y a plena voz los vivas, la formación no detuvo su marcha, desairando a todos.
Es que el maquinista tenía orden de no detenerse hasta el final del recorrido, que no era en la estación de la ciudad sino en la construida en el muelle.
Las cosas
La llegada del ferrocarril fue clave para que Bahía Blanca dejara de ser un pueblo aislado en el sur para convertirse en el más importante del interior.
En 1914 el partido tenía 79 mil habitantes y en 1947 pasó los 110 mil.
Al FCS se sumó la llegada, en 1891, del Bahía Blanca al Noroeste, adquirido en 1905 por el Buenos Aires al Pacífico, que introdujo sus vías en territorio pampeano, y el Rosario-Puerto Belgrano.
La red ferroviaria se comenzó a multiplicar y ampliar rápidamente. El desierto ya no contenía a las distintas tolderías sino que se comenzó a llenar de ramales, estaciones y nuevos poblados.
Bahía Blanca modificó su perfil. Llegó el pavimento con los granitos traídos de Tandil, se establecieron las entidades bancarias, se construyó el palacio municipal, el club Argentino, los primeros hoteles. El puerto sumó usinas, elevadores, silos.
Pero lo más trascendente fue que los ingleses se ocuparon de desarrollar los servicios de infraestructura básica. En la primera década del siglo XX habilitaron el servicio de agua corriente, el de electricidad y el de gas. Esas obras ubicaron a la ciudad entre las más modernas del planeta.
Era la Nueva Liverpool, la Nueva Chicago –como la llamaron algunos–. Había borrado todo vestigio de la época fundacional. El ferrocarril había llegado para eso. Sinónimo de progreso, sin dudas, motor de la nueva etapa en la historia de la ciudad.
Mario Minervino

lanueva
16/04/2018