LA ESTACIÓN DE LOS ÁNGELES CAÍDOS: ¿MITO O REALIDAD?

ACTUALIDAD

DÉCADA DE 1880
Bahía Blanca, Buenos Aires,– La Vitícola fue escenario de la frustrada radicación de una colonia irlandesa. Hay quienes aseguran que hubo 100 muertos entre los inmigrantes, en su mayoría niños.
A unos 25 kilómetros de la ciudad, por la ruta 33, se encuentra La Vitícola, paraje que según algunos investigadores, hace 120 años fue sede de uno de los capítulos más vergonzosos y oscuros de la historia local.
La estación de los ángeles caídos. ¿Mito o realidad? Es el interrogante que plantea la frustrada radicación de una colonia irlandesa en ese lugar, proyecto que luego de dos años fue abandonado con el saldo de 100 muertos, en su mayoría niños.
Los hechos se produjeron a fines del XIX. El crecimiento del país necesitaba mano de obra y el gobierno buscaba atraer inmigrantes del norte de Europa en lugar de los crecientes contingentes enviados por el sur del Viejo Continente.
Al mismo tiempo, la Ley de Centros Agrícolas propiciaba la fundación de colonias en terrenos cercanos a las estaciones de ferrocarril que carecieran de poblado, todo esto en el marco de no pocos negociados y en un clima de franca especulación.
Según aseguran Santiago Boland y Ana María Castello, quienes estudiaron a fondo el emprendimiento de La Vitícola, la colectividad irlandesa en la Argentina y la Iglesia Católica en Irlanda, que desconfiaban del modus operandi del gobierno argentino para atraer a inmigrantes de esa región del planeta, demoraron durante dos años lo que luego sería el mayor contingente de esa colectividad en llegar al país.
Sin embargo, en 1888, 1.700 irlandeses se embarcaron en el vapor alemán “SS Dresden” contratados en principio por Lucas González para la empresa Murrieta y Cía, para levantar colonias en el Chaco santafesino.
La operación se cayó en pleno proceso de selección y traslado de los inmigrantes, quienes luego fueron tentados para venir a esta zona, donde una compañía de capitales ingleses: Argentina Vine Culture Company, Vitícola Argentina S.A., pretendía levantar tres centros agrícolas cercanos a la estación ferroviaria Napostá.
La propuesta fue lanzada por el norteamericano David Gartland, directivo de la flamante empresa, quien prometió darles a los viajeros 40 hectáreas de tierra apta por familia, a pagar en 15 años, levantar allí un almacén con un crédito de mil pesos en mercaderías a un interés del 9 por ciento anual para cada familia, animales de labor, herramientas y semillas.
“Aproximadamente ochocientos aceptaron el desafío. Y viajaron a la colonia, que no estaba en Napostá sino a tres leguas (15 kilómetros) de la estación del ferrocarril y los colonos tuvieron que pagar por el traslado en carros. No había casas sino tiendas de campaña y no para todos; el resto vivió debajo de los árboles o en zanjas, ninguna de las cuales se adecuaba a la llanura ventosa, cálida y polvorienta en verano, fría y húmeda en invierno”, asegura Boland.
También hay quienes sostienen que los equipajes del contingente se perdieron y que en realidad eran unos 700 irlandeses los que llegaron el 26 de febrero de 1889, a los cuales se les sumaron 120 ingleses. Las mujeres y los niños enfermos viajaron en dos coches dormitorio.
Según el padre Matthew Gaughren, sacerdote católico, un mes y medio después la mayoría de la gente aún estaba viviendo bajo carpas en la pendiente de una colina.
“He tenido una numerosa cantidad de tumbas que bendecir porque hubo una gran mortandad de infantes, principalmente de diarrea, el resultado del cambio de clima y de comida”, dijo en una carta enviada a un superior.
En el mismo sentido se pronunció Edmund Goodhall, vicecónsul británico.
“Muchos niños pequeños han muerto, probablemente a causa del cambio de agua, que es bastante salobre e induce diarrea. La carencia de medicinas desde el comienzo fue una omisión de la que son culpables los gerentes de la colonia”.
Para Boland y Castello, el establecimiento de la colonia irlandesa bajo la ley de Centros Agrícolas fue la excusa de la Sociedad La Vitícola para tomar dinero barato del Banco Hipotecario en cédulas, banco que por su desorden previo era incapaz de fiscalizar la devolución.
Sin embargo, más allá de estas afirmaciones, hay quienes presentan no pocas dudas sobre esta historia.
Por ejemplo, Cristóbal Doiny Cabré, quien también ha buceado en estos hechos, resulta improbable que casi 1.000 colonos hayan vivido en La Vitícola durante dos años y se inclina por sostener que permanecieron desde el 26 de febrero hasta fines de marzo ante el abandono y la carencia de medios.
Incluso plantea sus dudas teniendo en cuenta la escasa repercusión que tuvo el hecho en la Bahía Blanca de entonces, donde 1.000 nuevos habitantes debieron haber generado un gran impacto en una población de 7.000 personas.
“Nunca se ha encontrado nada, ni herramientas, ni restos de casas, ni de pozos de agua ni de movimientos de suelo, ni del cementerio”.
Doiny Cabré menciona que Jorge Cenoz, cuya familia fuera propietaria de los campos lindantes con La Vitícola entre 1891 y 1998, recién tuvo noticia de la colonia a partir de una nota en “La Nueva.” hace algunos años y que jamás encontraron resto alguno.
Otro vecino del lugar, Roberto Claverié, propietario de la estancia San Juan, comentó que conocía la historia y que sabía que los habían abandonado, pero que tampoco había hallado nada.
“Sí recuerda que había un sector denominado “el potrero del cementerio”, dijo Doiny Cabré, aunque probablemente se haya referido a un cuadro donde se disponían restos de hacienda.
Hoy, a más de un siglo de aquellos hechos, el interrogante sigue vigente, demandando posiblemente trabajos de arqueología y de historia capaces de echar luz sobre un tema que permanece en penumbras.
Adrián Luciani

lanueva
16/04/2018